lunes, 24 de marzo de 2014

Aquí...

Me perturba el cambio del espacio, pero supongo que, quedando tan poco tiempo para que se termine (esta pesadilla) el curso, no replicaré. La ventaja es que puedo decirles a las cotorras de delante que cierren el pico... ¿no?

miércoles, 19 de marzo de 2014

Conejillos de indias

No, no, no, no, no...

Resulta exasperante que vayan en plan individual... Zorras.


lunes, 17 de marzo de 2014

Un día menos

A veces tienes que cargarte de paciencia para pasar de un plácido domingo a un lunes que te da mucha rabia. Porque los lunes tienen esa peculiar característica de querer torcerse, porque sí, porque ellos lo valen. Entonces ves que aún te quedan cuatro madrugones más para llegar al plácido fin de semana y te armas de valor y dices:

"Vamos allá".


miércoles, 12 de marzo de 2014

Burnout

Es esa sensación incómoda cuando te das cuenta de que algo no marcha bien. Empiezas bien, ilusionado con todo, feliz porque harás algo que te gusta, que no está estipulado por un consejo porque es todo obligatorio (por mucho que luego digan "libre decisión"). Empiezas, como decía, feliz.

La gente parece maja, buen rollo, buen compañerismo... pero como a toda estatua le pasa, poco a poco la máscara que lleva esa falsa realidad se le cae poco a poco. Al principio no te quieres dar cuenta, quieres seguir en tu mundo feliz de columpios y trabajos divertidos. Un trozo o dos de esa máscara caen. Y entonces, cuando un gran pedazo de la mejilla sigue el camino de las pequeñas migajas, no puedes evitar mirar. Pero mirar de verdad.

Y lo que ves, te asusta, te acongoja. No es lo que te prometían, no es lo que te decían. Mentiras y más mentiras. Te quieres encoger pero la mirada de la estatua, su auténtica y franca mirada, te ha atrapado, pues sus ojos son dos pozos negros cuales agujeros negros del infinito espacio exterior.

No puedes rechazar lo evidente. Sigues cada día, desanimado, sintiéndote engañado, traicionado, dolido... engañado otra vez. Y almacenas el rencor de las mentiras, las guardas como si fueran un bonito tesoro del Gran Ojo. Mentiras, demasiado grandes para no verlas, demasiado enormes para intentar ya esconderlas.

Sientes ese desánimo... sin ganas, abandonado, sufriendo en silencio... Y luego te enciendes. Lo odias todo. Odias a tus compañeros, odias el trabajo que haces a disgusto, odias los madrugones. Y estallas. Estallas como lo hizo Nïra cuando descubrió lo que un demonio le había hecho a su gran amor.

Te apagas, te serenas y buscas algo bueno en el día a día para superar ese dolor. Y empiezas de nuevo, pero sabiendo la gran mentira de la estatua. Rencor y más rencor. Y otro día más que pasa te joden con algo nuevo. Y sabiendo que es todo mentira, no dejándote engañar, estallas con más facilidad.

Una falsedad dijeron, una mentira intentaron mantener, pero el tiempo ha mostrado sus auténticas caras... y dan más miedo que el mismísimo diablo de Tombstone.


lunes, 10 de marzo de 2014

Jugando en campos de minas

Parques infantiles. ¿Quién no ha visto uno cerca de casa, o en su ciudad? ¿Y quién dice uno, si no más? Son bastante comunes, sobre todo en las grandes urbes y siempre suele haber niños jugando en ellos. Y una no puede evitar pensar 'Pero qué envidia me dan'. Parecen tan felices... ¡y tan ajenos del peligro!

No lo digo por las posibilidades de riesgo de tirarse por un tobogán de cabeza, si no por el mantenimiento, cuidado y seguridad de estos lugares. Y es que, aunque parezca sorprendente, se los tiene bastante descuidados. Los ayuntamientos encuentran grandes facilidades para construirlos pero eso es como las plantas, hay que cuidarlos de cuando en cuando, cosa que las autoridades competentes se olvidan hacer.

En Barcelona, de diez parques infantiles que fueron inspeccionados, se encontraron con un 50% de zonas con aparatos con defectos graves y un 30% con defectos leves. Esto supone un riesgo para la seguridad de los más pequeños quienes juegan trranquilos y sin miedos a que, de repente, se les caiga el columpio encima, se pillen los dedos en una esquina, se les atrape la cabeza por las barandillas... o se caigan y se rompan el cráneo por el tipo de suelo.

Tornillos sobresalientes, anclajes mal puestos, cadenas oxidadas y sin protectores, suelos cimentados, aparatos desgastados... esas cosas en las que uno, al llevar a su hijo al parque como cada tarde, nunca le ha dado por fijarse... hasta que pasa algo.

Por desgracia, en España funcionamos así. La ley referente a cómo se deben construir y mantener estos lugares lúdicos infantiles está muy bonita sobre el papel, empero, esta normativa no es obligatoria cumplirla, es más, queda como unas sencillas recomendaciones que se hacen a las comunidades autónomas quienes deciden si las toman o las dejan (y viendo las estadísticas, eligen lo segundo).

En España, hasta que no pase algo grave, hasta que un niño no se escayole, o, peor aún, se mate en esos campos de minas que suponen los parques infantiles mal diseñados y mal mantenidos, nadie hará nada.

Empero, no todo queda bajo la responsabilidad de las autoridades. Los padres también pueden colaborar, dándole a su hijo una educación cívica, vigilándolo, pero sin estar encima de él e informando a los ayuntamientos de los desperfectos en el parque al que van ocasionalmente.

Dejar jugar a los niños está bien, que se diviertan y hagan ejercicio, pero en unas condiciones seguras y óptimas y no en los campos de minas que son ahora algunos de los muchos parques infantiles de más de un lugar.


viernes, 7 de marzo de 2014

Esclavos del móvil

En estos últimos años, no he podido evitarme fijarme en la cantidad de móviles que, como salido de debajo de las piedras, se han ido apoderando lenta pero inexorablemente de las manos, atención y cerebro de la gente... sobre todo de los más jóvenes. Antes, ya era raro ver en el instituto a zombies del móvil caminando por los pasillos. Era más habitual las famosas piñas, los grupitos que montaban mucho escándalo, gente que hablaba entre sí, de cosas poco interesantes, pero por lo menos había un mínimo de comunicación.

No se les podía pedir que leyesen un libro, pero por lo menos, había comunicación. En poco más de dos años, hemos contemplado como las cabezas de agachaban, como las nucas se resentían, los pulgares se desplazaban veloces por pequeños teclados (táctiles o no) para comentar la última tontería del cerebro del propietario.

Hoy es una plaga. Una auténtica epidemia mundial. Una pandemia. Voy por la calle y tengo que ir esquivando a adolescentes que van mirando una pantalla luminosa, comentando esto, hablando con su vecino de al lado, que también está centrado en ese chisme tecnológico. Cuando voy al instituto me deprimo. Hay gente que deja conversaciones a mitad porque el móvil le reclama, cual mascota virtual de los años noventa. Gente que se ríe y luego mira el móvil. Como si solo viviesen para él. Y, lo que me parece más grave, ese tipo de gente que va a clase solo por mirar a escondidas ese trasto engendrado por la tecnología. Para hablar con Pepito o para mirar alguna de las redes sociales más famosas. ¿Nunca piensan en sus padres? ¿En el dinero que están pagando para que ellos/ellas puedan estudiar, sacarse una carrera, tener un futuro mejor que acabar en la cola del paro? ¿Alguno de esos 'zombies' piensa (válgame el oxímoron) que si está en clase, por muy aburrido que sea, es por algo? ¿Tomar apuntes? ¿Prestar atención? Creo que eso es una grave falta de respeto hacia el profesor...

Luego se comete la gran paradoja.

Comunicación. Tanto móvil y tanta tecnología para luego dar de bruces con el muro de la incomunicación, del aislamiento, de gente que no sabe comentarte las cosas antes de que sea demasiado tarde (que el viernes quedas, que el martes hay que preparar algo, que habría que mira cómo formar y repartir un trabajo... o sencillamente, hablar pacíficamente de un asunto espinoso). Ese tipo de gente que puede pasarse horas y horas contemplando una pantalla luminosa, pero luego no saben comunicarse con otra persona, independientemente si tengan o no contacto con ella en las redes sociales.

Es bastante triste. De hecho, es una paradoja tan grande, que posiblemente, en algún punto del universo, se esté produciendo una fisura espacio-temporal tan grande que el universo mismo diga de corregirse. El caso es, ¿cómo lo hará?

No habrán sido pocas las veces las ganas de darle un golpe al estúpido aparato para estrellarlo en las narices del dueño o dueña, para que despierte de una vez de su coma móvil. No habrán sido pocas las veces las ganas de señalarle al profesor que este o aquel está otra vez con el móvil. Esa actitud ansiosa, casi de adicto, que presentan algunas personas de mi entorno a esconder el móvil y al poco rato volver a sacarlo, mirarlo y volver a esconderlo. Y vuelta a empezar. Es una de esas conductas que muchos psicólogos seguramente anden un tanto babeantes por analizar.

Estudiaría, de hecho, psicología para entender tan extraño comportamiento humano. La gente habla mucho. Pero no dice nada.

¿Cuándo se despertarán los jóvenes, cuándo se alejarán del móvil y empezarán a descubrir los pequeños detalles del día a día? Sinceramente, dudo mucho que viva alguno de nosotros para ver esa utopía.


miércoles, 5 de marzo de 2014

La jaula de la alpaca (o cómo perder el tiempo)

Hace poco que me he leído un libro que está lleno de incoherencias, de una escritora que, paradójicamente, ha recibido más de un premio. La autora (Natalia Demidoff) nos presenta en 'La jaula de la alpaca' a un personaje que, nada más comenzar, nos la describe como "impulsiva, dinámica y lista como el hambre. Este temperamento tan apasionado la empujaba a meterse en líos cuando algo la escandalizaba pues era incapaz de callar".  Es estudiante de piano y, cuando los vecinos de al lado se mudan, llega un chico nuevo, llamado Diego. La hermana de Cristina, a pesar de todo, la quiere liar con Francisco.

Para empezar, la "batalla" sonora de radio contra piano es un tanto exagerada, ya que, según cuenta Demidoff, se tiró tres largas horas peleando contra el alto ruido de la radio que le llegaba de la casa adosada, cuando en verdad debería estar practicando para el concurso en el que se ha inscrito. ¿Más lista que el hambre? ¿Dónde se ve esa inteligencia tan brillante? Cuando sale con Francisco, un gran manipulador, no se ve ese carácter de no poder callar lo que piensa cuando la indigna, más bien al contrario, hace todo lo que Francisco le dice que haga, incluso si eso es cambiar su personalidad. ¿Que le dice que deje el piano? Cristina lo deja. ¿Que quiere que se maquilla? Cristina corre a maquillarse a pesar de que está en contra. No vemos que se metiera en ningún 'lío' por decirle a Francisco lo que pensaba, más bien prefiere ser sumisa.

¿Y la familia? En vez de estar orgullosa por que Cristina sea tan buena en el piano, a pesar de las horas que les hecha, en vez de apoyarla, están todos en contra, diciendo cosas como "¡Aleluya, aleluya! ¿Es posible tanta ventura? ¡No más do, re, mi, como fondo sonoro a mis tiernas entrevistas con mi novio" o "Ahora ya no me sabe mal tener que ausentarme para cumplir con mis obligaciones militares". Asombra que Cristina sea tan buena concertista de piano con una familia que no soporta ni una sola nota del "horrible piano". Entonces, si tan insoportable les resulta, ¿por qué la iniciaron en los estudios de piano?

El lenguaje empleado por la escritora. El lenguaje base es medio, pero luego te encuentras palabras de alto grado culto, como directamente sacados del diccionario, que realmente, por el lenguaje empleado como base, no pinta nada ahí. Por ejemplo "¡Jamás hubiera creído que esos viejos carcamales pudieran manifestar algo más que un tibio beneplácito!" Esas dos últimas palabras están tan rebuscadas que quedan fuera de lugar, teniendo, sobre todo, en cuenta como es el personaje (Cristina); y perlas así por todo el libro.

No hablemos ya de las escenas que quedan pegadas con celo o superglú. Particularmente, me dolió mucho esta, porque es penosa: "Llegó Cristina, acalorada, despeinada y jadeando. Se precipitó sobre su padre al cual dio un par de sonoros besos. Soltándolo, hizo lo propio con su madre y finalmente se quedó plantada en medio del círculo familiar, las piernas separadas, los brazos en jarras y mirándolos a todos con expresión triunfante".

Teniendo en cuenta que no es una niña, si no ya prácticamente una mujer. Osease, que ese comportamiento está bastante fuera de lugar.

En conclusión, me asombra en gran medida que sea una novela galardonada en el XXX premio de Vila de Martorell... y más aún que el libro de 'Nos enterrará a todos' haya sido premiada, también. Ese que, cuando descubres quién es el villano, no encaja con lo que ha ido diciendo a lo largo de la novela, porque prácticamente lo señala y encaja. Es como si Demidoff se hubiera dado cuenta de que era demasiado obvio y lo cambiara en el último momento, en plan "así sorprendo con mi novela de misterio". Que por cierto, es otra gran pérdida de tiempo leerla, además de que hace sufrir de lo mala que es en el intento.

Imagino que, más que ganar los premios, los compraba. Eso, o los jueces que dictaminaron que sus obras eran mejores, tienen un extraño gusto por la 'buena literatura'.


lunes, 3 de marzo de 2014

Incultura

Hoy en día, con la tecnología tan avanzada, en la que la información se obtiene a golpe de clic, asombra encontrar a personas que no saben un determinado número de conceptos básicos (no hablemos de historia, que es sufrir en silencio). Cosas que crees que todo el mundo sabe pero que te encuentras que entre la población hay gente ignorante. Gente que luego, seguramente, va promulgando la independencia del estado de Cataluña, todo por no conocer un poco de historia (¿no he dicho ya que es un tema doloroso, este de la historia?). Gente que luego te pregunta abiertamente y con desprecio que qué es eso. Y tú, que lo miras como si te estuviera tomando el pelo, piensas que es todo una broma. Y luego te percatas de que no.

Información al alcance de la mano. Y aún así, ignorancia allá donde menos te lo esperas encontrar. Ya no digamos que vayan a la biblioteca pública en busca de información, tan solo leyendo por las famosísimas redes sociales este o aquel artículo de más polémica, o sencillamente un artículo de opinión.

Es como si en la sociedad del primer mundo estuviera mal visto eso de culturizarse, cuando, realmente, deberíamos de sentirnos privilegiados, primeramente por tener tantísima información a nuestro alcance, que podemos aburrirnos de leer esa información y sorprendernos de la cantidad de cosas que podemos llegar a aprender en un solo día. Deberíamos sentirnos privilegiados, ¡además!, por que esa información no se encuentra censurada, que nadie te impide verla, ya sea por motivos políticos o religiosos.

Y luego, me encuentro con gente que, algo tan básico como la historia de España, tiene periodos que no sabían ni que existían, cosas como elementos básicos de la biología, lo desconocen por completo. Y es doloroso contemplar como esa gente se marchita porque no alimenta sus conocimientos, porque no siente curiosidad por la vida, porque no se preguntan "¿Cómo funciona esto?" o ¿Por qué esto es así?"; sin embargo, su capacidad cerebral les llega para criticar a los compañeros de trabajo o de clase, para deducir por qué Famoso Uno se ha casado con Famosa Dos. Los líos y enredos de personas que están en la cima por adolescentes con las hormonas revueltas....

Cuando la información está tan cerca, y no se siente esa curiosidad, cuando no se riega el conocimiento, resulta penoso, vergonzoso y lamentable ver que personas que son inteligentes se ponen en tan mal lugar con una pregunta llena de desprecio, con una dejadez de tono de "no me interesa realmente", que dice: "¿Y eso qué es?".

Y eso, estando en pleno siglo XXI. Aún nos queda mucho por crecer.

De Andrés Soria