martes, 25 de abril de 2017

Textos bíblicos con mucho polvo

El otro día estaba pensando en situaciones del pasado (que en el pasado deberían quedarse pero soy así de lista...), que si no fuera por mi carácter impetuoso podría haber manejado de otra manera. Como lo de cierta personilla que estuvo dando más por saco que por tela (ja, ja) durante tres largos y miserables años.

Tiene gracia, porque mi primera reacción cuando me dijeron (o más bien me dijo) que tenía una fan pero de las malas, fue reírme. Vaya, bueno, tal vez reírme y que se me subiera el ego un pelín. Pero solo un pelín.

Luego, cuando las cosas empezaron a irse de nuestras manos, como si el asunto tuviera vida propia, he estado pensando que podría haber tenido una reacción de persona normal, no sé... En plan que paso de todo un poco. Porque la mejor manera de fastidiar a la gente que intenta fastidiarte es ignorándola. Que lo llevo comprobando desde que no digo ni mú a la gente histérica que ve a un monstruo de la cuarta dimensión en vez de a un perro (espectáculo de gente, pardiez...). Pero imagino que en aquel momento, o en aquellos tiempos, ya tenía bastante conmigo misma para que encima se montara en el carro la Señora Pelusa.

Pues sí, porque no estamos hablando de otras personas (que también, pero no). Francamente, mirando el asunto con retrospectiva, me da un poco de penilla, la pobre chica. Es bastante habitual eso de que una se enamore del típico amigo que ya está pillado por otra y claro, dependiendo de la tía, pues reacciona de una manera o de otra. La de la Señora Pelusa (aunque no estuvo nada bien, reconozcámoslo), fue la de imaginarse que realmente eran novios (de hecho, lo habían sido, por lo que tengo entendido). Y en su fantasía, pues como que yo sobraba.

Y fueron tres años muy duros, ja, ja, para los tres. Imagino que porque ella tuvo que irse a la Antártida una temporada, psicólogo en mano, porque yo me rallo con queso todo lo que quiero y más y, lo mejor de todo, porque Estegosaurio tenía que aguantarnos a las dos. Ya no solo porque cuando llegaba de las míticas reuniones de reproches y cero pelis estaba quemado de la Señora Pelusa y sus épicos celos, si no porque cuando llegaba a casa me tenía a mí para hacer de su madre. Osea, para someterlo al tercer grado.

Si hubiera sido otro tipo de persona, imagino que lo lógico hubiera sido preguntar si todo bien. Que bien, pues genial y yo que me alegro. Que mal. Pues pasando del tema. Ya se le pasará la locura, y a nuestras cosas.

Claro que, echando memoria al asunto, recuerdo que por aquella estaba pasando por la etapa fanática Helghast que no me lo sacaba ni a tiros. Me he ido suavizando con los años. Y aunque aún sigo teniendo muy mal genio, por lo visto lo sobrellevo mejor. Imagino que es eso de madurar. Madurar y aprender que en vez de decir las cosas, va bien escribirlas y guardarlas en un sobre, debajo de un sitio polvoriento donde nadie lo encuentre porque entonces si no se ofende la peña. Punto para respirar.

En fin, a lo que íbamos. Creo yo que ninguna de las tres partes hicimos bien con nuestros respectivos comportamientos. Pero, eh, si pensáis que voy a ser la primera en disculparme, es que todavía no habéis visto al Señor Orgullo, ja, ja. Jamás de los jamáses.

Y eso. Que no sé por qué venía todo esto a cuento. Hago como mi hermano. Sacando textos bíblicos. Supongo que para archivar el asunto ya.

Clic, clic.


P.D: Me encanta la expresión de textos bíblicos porque es de mi mae.

sábado, 22 de abril de 2017

¿Y por qué no haces algo productivo?

Esa es la pregunta de la semana. Al menos, hasta que llegue el viernes de la semana que viene, donde me esperan cuatro días más productivos imposible. Mientras tanto, una intenta salir del fango del aburrimiento y de la culpa de estar en la cola más larga de Espiña.

De momento, hoy me conformo con poder acostarme a una hora decente y ya mañana le echaremos un ojo a eso de la productividad.