miércoles, 5 de marzo de 2014

La jaula de la alpaca (o cómo perder el tiempo)

Hace poco que me he leído un libro que está lleno de incoherencias, de una escritora que, paradójicamente, ha recibido más de un premio. La autora (Natalia Demidoff) nos presenta en 'La jaula de la alpaca' a un personaje que, nada más comenzar, nos la describe como "impulsiva, dinámica y lista como el hambre. Este temperamento tan apasionado la empujaba a meterse en líos cuando algo la escandalizaba pues era incapaz de callar".  Es estudiante de piano y, cuando los vecinos de al lado se mudan, llega un chico nuevo, llamado Diego. La hermana de Cristina, a pesar de todo, la quiere liar con Francisco.

Para empezar, la "batalla" sonora de radio contra piano es un tanto exagerada, ya que, según cuenta Demidoff, se tiró tres largas horas peleando contra el alto ruido de la radio que le llegaba de la casa adosada, cuando en verdad debería estar practicando para el concurso en el que se ha inscrito. ¿Más lista que el hambre? ¿Dónde se ve esa inteligencia tan brillante? Cuando sale con Francisco, un gran manipulador, no se ve ese carácter de no poder callar lo que piensa cuando la indigna, más bien al contrario, hace todo lo que Francisco le dice que haga, incluso si eso es cambiar su personalidad. ¿Que le dice que deje el piano? Cristina lo deja. ¿Que quiere que se maquilla? Cristina corre a maquillarse a pesar de que está en contra. No vemos que se metiera en ningún 'lío' por decirle a Francisco lo que pensaba, más bien prefiere ser sumisa.

¿Y la familia? En vez de estar orgullosa por que Cristina sea tan buena en el piano, a pesar de las horas que les hecha, en vez de apoyarla, están todos en contra, diciendo cosas como "¡Aleluya, aleluya! ¿Es posible tanta ventura? ¡No más do, re, mi, como fondo sonoro a mis tiernas entrevistas con mi novio" o "Ahora ya no me sabe mal tener que ausentarme para cumplir con mis obligaciones militares". Asombra que Cristina sea tan buena concertista de piano con una familia que no soporta ni una sola nota del "horrible piano". Entonces, si tan insoportable les resulta, ¿por qué la iniciaron en los estudios de piano?

El lenguaje empleado por la escritora. El lenguaje base es medio, pero luego te encuentras palabras de alto grado culto, como directamente sacados del diccionario, que realmente, por el lenguaje empleado como base, no pinta nada ahí. Por ejemplo "¡Jamás hubiera creído que esos viejos carcamales pudieran manifestar algo más que un tibio beneplácito!" Esas dos últimas palabras están tan rebuscadas que quedan fuera de lugar, teniendo, sobre todo, en cuenta como es el personaje (Cristina); y perlas así por todo el libro.

No hablemos ya de las escenas que quedan pegadas con celo o superglú. Particularmente, me dolió mucho esta, porque es penosa: "Llegó Cristina, acalorada, despeinada y jadeando. Se precipitó sobre su padre al cual dio un par de sonoros besos. Soltándolo, hizo lo propio con su madre y finalmente se quedó plantada en medio del círculo familiar, las piernas separadas, los brazos en jarras y mirándolos a todos con expresión triunfante".

Teniendo en cuenta que no es una niña, si no ya prácticamente una mujer. Osease, que ese comportamiento está bastante fuera de lugar.

En conclusión, me asombra en gran medida que sea una novela galardonada en el XXX premio de Vila de Martorell... y más aún que el libro de 'Nos enterrará a todos' haya sido premiada, también. Ese que, cuando descubres quién es el villano, no encaja con lo que ha ido diciendo a lo largo de la novela, porque prácticamente lo señala y encaja. Es como si Demidoff se hubiera dado cuenta de que era demasiado obvio y lo cambiara en el último momento, en plan "así sorprendo con mi novela de misterio". Que por cierto, es otra gran pérdida de tiempo leerla, además de que hace sufrir de lo mala que es en el intento.

Imagino que, más que ganar los premios, los compraba. Eso, o los jueces que dictaminaron que sus obras eran mejores, tienen un extraño gusto por la 'buena literatura'.