domingo, 16 de agosto de 2015

Fines de semana con mucho amor

Los fines de semana son deliciosos periodos de calma por casa. Esos días en los que te puedes dejar caer en el sofá, sin hacer mucho caso del reloj, viendo lo que te apetece con la persona que te apetece (en mi caso, Estegosaurio), teniendo un horario mucho más relajado de lo que tenemos entre semana.

Sobre todo, atesoro esos momentos en los que por fin puedo disfrutar de su agradable compañía, después de pasarme la semana apuñalando las horas para que llegara al fin a casa y contemplarle hacer las otras tareas que lo esperan en el dulce, dulce hogar.

Ay... Es taaaaaaaaan mono...

Creo que, después de acurrucarme contra él por las noches y ver películas a su candoroso lado, lo que más me gusta hacer con él es pasear a superchucho. Ese animalito de pelo lustrosamente negro que asusta a las damiselas por el camino, ansioso ad eternum de mimos...

Ais...

Y mañana, por desgracia, vuelve el lunes. Aunque siempre hay que intentar mirarlo con un poco de perspectiva positiva, claro. Los buenos días son aquellos que contemplas con un buen prisma, aquellos en los que es fácil (o difícil, pero que no te apetece rendirte), sonreír y comerte el mundo, porque es esencial hacerlo. Y, si no, los días son breves, porque solo tienen veinticuatro días. Por eso, si son malos, se pasan rápidos...

Pero si son buenos, hay que aprovecharlos
al máximo.

Que sí, que hoy tenemos bien la moral. Que hoy nos sentimos bien, afortunados y que a lo mejor mañana, nos levantamos con el pie que no toca... Pero mientras el buen humor perdure... es como mi obligación (que no sé por qué hablo en plural, je, je) decir cosas que en malos momentos me reconfortarán. 

Cosas como...

que soy afortunada de tener
a Estegosaurio y a Superchucho.

Así que, con un pensamiento positivo hoy (por fin, María Encarna se va), me despido aquí... y sigo escribiendo en otro lado.

¡Hola, piñita!

El alabado suceso, ¿no podría haber pasado antes?