miércoles, 4 de septiembre de 2013

Pífano

Los miércoles son uno de mis días de la semana favoritos, aunque sea un prejueves. Los jueves han llegado a ser peores que los lunes por un largo y hastiado historial de jodiendas, pesadillas, paranoias y preguntas estúpidas.

Las preguntas encubiertas con mucha amabilidad y sonrisitas es lo que más me mataba cuando James llegaba a casa y decía algo así como tenemos que hablar. Entonces, me cabreaba y la teníamos porque yo quería salir a cortarle la nariz y él que no, porque luego hay mucho papeleo y sangre que limpiar.

Llámame rencorosa, pero sigo queriendo empujarla por las escaleras y decir: "¡Huy! Llevaba los cordones desatados, que desgracia", por mucho que lleve tacones o algo así.

Como iba diciendo, los miércoles son uno de mis días de la semana favoritos. Sobre todo ahora que James me está quitando la mala fama del jueves llevándome a ver películas de terror. Miércoles, decía. Son los días más tontos en cuanto a la literatura.

-No viene a ser lo mismo... -dijo Mi, con un tono algo cansado.
Uno se rió, con más sarcasmo en sangre que auténtica risa.
-Claro que es lo mismo. La única diferencia que se te pueda ocurrir es que tú te estás quieta y él hace bailar a sus huevos cómicamente.
Mi apartó la mirada con las mejillas claramente sonrojadas, imaginándose aquel extraño espectáculo.
-Pero aún así, es lo mismo -insistió Uno, sonriendo ante la vergüenza de Mi.
-No lo es -susurró ella en respuesta, tan bajo que costó oírla.
Uno resopló, divertido. Se puso en pie e imitó a Dos. Se pasaba la mano por entre las piernas, demasiado gráficamente. A Mi no le hizo falta ver mucho más para imaginarse a Dos, con un aire distraído, haciendo bailar sus huevos como si no hubiera mañana. Negó con la cabeza.
-¿Por qué hace eso?
-Antes era un jefe de estación. Luego un jefe de circo un tanto siniestro. Y luego, aquel misterioso trabajo en el cine de la calle del terror que lo dejó tocado. Nadie sabe qué vio allí. Pero se le quedó aquel gesto... Bailad, pequeños, bailad...
Mi desapareció de la habitación, con un gemido. Quién sabe si de llanto, de risa o de patetismo absoluto.

Eso me recuerda que quiero seguir con Arena. Pronto, espero. Y, parafraseando a James, del melocotón gigante: 

NO TE TENGO MIEDO.