sábado, 7 de septiembre de 2013

Quien tiene tiempo, no pierde el tiempo

A veces, no sé por qué (vale sí, lo sé), tengo la sensación de que a James y a mí nos han hablado los hombres grises, nos han convencido de que la mejor manera de pasar el resto de nuestra vida es ahorrar tiempo, que se guardará automáticamente en el banco del tiempo.

Y lo digo porque no dejamos de correr de un lado para otro, lo cual a veces me saca de quicio porque si no es el tranvía, es el bus. ¡Y si no el metro, que decide largarse cuando hemos pasado la barrera!

Hoy, que además ha llovido (¡aleluya!), el mundo se ha vuelto como loco o algo y ha decidido que el mejor sitio para pasar las horas es una gran superficie. Maldita la hora en la que se me antojaron esas palomitas de colores. Sí, porque ha sido un horror entrar (muchos caminos llevan a Roma, pero en la salida no veas la cola que se forma), ya para salir, mejor no hablemos. Empiezo a estar de acuerdo con Dwight cuando estas cosas pueden conmigo.

Y luego pienso en algo que me devuelva un poco de lo-que-sea en ese momento inoportuno donde todos quieren hacerse notar contra una misma. Uf.

Por cierto, mis vecinos son caníbales.


Sigo en mi línea, me importa un comino. Un pepino y un tomate.